The Blacklist. Temporada 4

(NBC. 22 capítulos: 22/09/16 - 18/05/17)
Donde dije digo digo Diego, ¿o cómo era ese dicho? Sé que incluí esta serie entre mis canceladas, pero a veces necesitas una serie que no te exija demasiado y además, Reddington no es alguien a quien puedas dejar así sin más.

Contiene spoilers

The Blacklist es una serie entretenida, por momentos espectacular, a la que cada vez le perdonas menos sus pecados: el principal, llevar cinco temporadas y no vislumbrar un final que cierre el círculo o, más bien, los círculos concéntricos de los que han abusado en exceso desde el principio. Si confirmaran que la quinta temporada fuera la última, en vez de pereza o desidia acudirías incluso con curiosidad por saber cómo van a cerrarlo todo. Al menos hay que agradecer que la pregunta principal parece haber quedado respondida: ¿cuál es la relación entre Red y Lizz? Obviamente, cualquier respuesta que no fuera la de padre e hija hubiera supuesto una decepción a la altura de las míticas (finales de DexterHow I metThe Good Wife...).

Quizá por eso la reacción de Elizabeth Keen, sin que sirva de precedente, ha sido la mejor posible. Cuando por fin (o eso parece, no hay que dar nada por sentado aquí, como bien nos demostraron con la muerte de la propia Elizabeth) se demuestra que Red es su padre, en vez de la típica pataleta o la típica recriminación suya no se hace efectiva, sino que casi siente agradecimiento o, cuanto menos, alivio. Va a luchar por su familia, aunque sea tan disfuncional como esa.

Normal. Si fueras una agente del FBI y has tenido que  cruzar una delgada línea invisible de moralidad en más de una ocasión, al menos que sea por una buena causa, la causa de Raymond Reddington. Que es la suya propia, una causa que ha transitado por una senda de recovecos, dobles intenciones, engaños, asesinatos y confabulaciones, sí, pero de manera elegante, rozando algo así como una integridad muy característica. De Red podemos hasta decir que para ser un diablo tiene muy buen fondo. Casi podemos creernos el cuento de que ha construido un imperio delictivo realmente por proteger a su hija. Cualquiera con un corazoncito se sentiría halagada de todo lo que ha tenido que hacer ese hombre por ella. Vale que por el camino la han manipulado, pero oye, lo han hecho de una manera para quitarse el sombrero.

Otro de los pecados, y parece haber quedado solucionado en parte con la reacción final de Lizz, es que su segunda protagonista, la pavisosa por momentos Megan Boon, estaba varios peldaños por debajo del carisma de James Spader. La recreación de un personaje que debería ser una especie de reflejo del de Red no puede quedar más retratado. Ni de lejos llega a la altura de su rodilla. Mientras que Red no suele quejarse por nada y sí solucionar sus problemas y los ajenos que le rodean, Elizabeth no ha soltado su papel de plañidera, de niñata que echa en cara cosas a la mínima de cambio, sin darse cuenta de que casi todos sus casos los resuelve gracias a su ayuda.

Tampoco ayuda que la manipulación hacia Elizabeth haya sido extendida al espectador, que no puede fiarse de nada de lo que pase. Si pegan un tiro a Mr. Kaplan (por haber traicionado a Red, pese a haberlo hecho con la intención de ayudar), no la das por muerta; si acusan a Dembé de ser el siguiente en traicionar a Reddington y todo apunta en esa dirección, algo se les ocurrirá para que así no sea; si el enemigo en cuestión ha crecido y se ha impuesto incluso a las previsoras maniobras del rey del crimen, algún as bajo la manga quedará para darle la vuelta a la tortilla, como con ese final en el que una antigua enemiga, la líder de la Cabala (perdón, en castellano lo han traducido como la "camarilla"), Hitchin, echa por tierra el proceso contra el grupo de acción del FBI que actúa en connivencia con Reddington.

Son demasiadas vueltas y por eso ves la serie con el piloto automático, por más que Mr. Kaplan haya sido el enemigo más formidable y por más que hayamos visto en Requiem más de Katarina Rostova que en todas las temporadas anteriores (yo no me creo que ese esqueleto sea el suyo, y menos que él la haya matado así como hace parecer Dembé al final). Tampoco ayuda que los coprotagonistas sean algo así como una coda al margen: 

Donald Ressler y su integridad mancillada con ese final irónico para él; Harold Cooper que a veces ya no sabe ni dónde mirar para justificar las acciones de Reddington; Tom Keen ha desaparecido de los últimos episodios buscando a su padre y nos hemos olvidado de él; y Samar Navabi y Aram (la contrarréplica en bondadosa de Red, al menos en lo que se refiere a locuacidad, son los únicos personajes que cuentan historias rocambolescas) embarcados en su particular sí pero no, no pero sí romántico culminado en un beso que a mí particularmente me ha causado bastante indiferencia.

La única salida para The Blacklist sería, como digo, marcar un final y girar en torno a ese objetivo, no añadir más y más vueltas de tuerca y más difíciles todavía que estén (o no) a la altura de temporadas y enemigos anteriores. Y menos siendo una serie de más de 20 capítulos por temporada...

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