El Ministerio del Tiempo. Temporada 3

(tve. 13 episodios: 01/06/2017 - 01/11/2017)
Parece que el tiempo del Ministerio se ha agotado. Uno los programas más originales y atrevidos llega a su fin y cuesta comprender  cómo una cadena puede llegar al extremo de querer deshacerse de un producto que podría definir una línea a seguir en las series de ficción e incluso darle prestigio o relevancia, y sirva como ejemplo la BBC. Sin embargo, al final ha pesado más (parece) el coste económico y la no tanta concordancia en términos de audiencia. Resulta más cómodo quitarse de encima una serie que encima tiene la mala costumbre de tender hacia la crítica, pues todo lo injusto suele recibir como mínimo una pulla.


Habría, pues, que valorar el Ministerio en su conjunto, no solo esta temporada. Y habría que hacer el ejercicio de ver qué otras series la han precedido o acompañado: Cuéntame, Águila Roja, Los misterios de Laura… Tal vez la cancelación de esta serie supone la constatación de que el público mayoritario prefiere series sin complicaciones, que o bien repasan de manera folletinesca y amable (amable como sinónimo de edulcorado) el pasado reciente del país, o bien se somete a la acción sin más, o bien trata de resolver crímenes siguiendo la estela de Angela Fletcher (años 80, actualidad ante todo). Una cadena pública debería estar por encima del término medio y buscar más calidad y profundización.

El planteamiento novedoso del Ministerio hacía que pudiera haber licencias, como el inicio irregular de esta tercera temporada. Haberse inventado un ministerio que realiza viajes en el tiempo para preservar la historia no es baladí. Porque la tentación podría ser cambiar dicha historia, como se ve en el último episodio, en el que el régimen franquista, cuando se plantea emitir la serie (juego metaficcional), lo único que quiere es loar los logros, ensalzar los valores, enterrar los oprobios (vamos, lo que han venido siendo los informativos de Telemadrid desde Esperanza Aguirre o de TVE desde el PP).

Aparte del potencial didáctico de la serie, que nos ha mostrado diversos y variados eventos de la historia, de todas las épocas posibles, tratando todo tipo de temas asociados (el colonialismo, el imperio español, figuras relevantes de las artes españolas…), que ya de por sí son motivo suficiente como para exprimirlo a fondo (nuestra historia da para mucho), se ha cuidado bastante el desarrollo interno de los personajes, que daban continuidad a los  muchos cambios efectuados en cuanto al elenco protagonista. Más que intencionado como podría ser Doctor Who (el principal referente), se ha debido a causas externas, con actores que se embarcan en otros proyectos (debido en parte al poco cuidado que se ha tenido con la serie, con cambios de horarios, poca publicidad, incertidumbre en las renovaciones…).

El enfoque del entretenimiento nunca se ha perdido, así como el sentido del humor, gracias a los contrastes entre las épocas o a réplicas ingeniosas. Casi todos los personajes han tenido su momento de “gloria”: secundarios como la secretaria Angustias protagonizando una zarzuela; la indómita Irene y su lucha por mantener la independencia y la libertad; el adusto Ernesto como bastión de apoyo del jefe; pese a la escasa cuota de pantalla, el protestón y engreído Velázquez; ese genial e irreverente Salvador Martí que ha necesitado en ocasiones de gafas de sol para rebajar (eso he oído) el problema de sus cataratas...

Después de solucionar las diversas bajas en el equipo de funcionarios intrépidos (una anticlimática y destemplada muerte en el frente de batalla de Julián, anteponer la familia al ministerio por parte de Amelia) y con la presencia a modo de fiel de la balanza del valeroso y honorable (y anacrónico) Alonso, se han ido consolidando el ya conocido (y estupendo) Pacino, que supera la "traición" de su novia Marta, y, sobre todo, la consolidación de la joven Lola (estupenda Macarena García), que ha ido ganando fuerza y protagonismo a lo largo de los episodios.

Quizás no se haya explotado a fondo la aparición de grupos organizados que descubren las puertas del tiempo (ni tampoco, a lo Mortadelo y Filemón, se ha explotado el filón que podría haber tenido el hecho de las propias puertas): los hijos de Padilla o el ángel exterminador, que han venido a ser la continuación de esa empresa norteamericana cuyo nombre no recuerdo. Pero tampoco eso le resta interés a una serie que está por encima de una trama continuista, aunque a la que le ha hecho mucho bien la mejora de los efectos especiales. 

No me parece que la imaginación de los creadores del Ministerio haya llegado a su fin, pero visto lo visto (cambios en la parrilla, pasando del jueves al lunes y del lunes al miércoles; interrupciones veraniegas destempladas; vuelta en septiembre casi sin avisar...), será mejor ir pensando que no va a haber una cuarta temporada, no vayamos a llevarnos un nuevo chasco. Nos conformaremos con aplaudir la valentía de esta serie valorada en IMDB con un 8,3.

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