4 3 2 1. Paul Auster. Seix Barral

(960 páginas. 22,70€. Año de edición: 2017)
31 de agosto, un día antes de mi cumpleaños, paseando por la Avenida de la Albufera mientras Irene hace la última prueba, miro por casualidad el escaparate de una tienda de papelería y veo la atractiva portada de este libro, con esa imagen casi imposible de la silueta de un niño bateando en un escorzo que podría pertenecer a alguien que mira de frente o alguien que está de espaldas (parece más eso segundo), supongo que en Central Park. Un título extraño (¿una cuenta atrás?) y, oh Dios mío, Paul Auster encabezando el voluminoso ejemplar. Un regalazo de cumpleaños en toda regla. Auster después de siete años sin escribir ficción.

La vuelta del autor de La trilogía de Nueva York, El libro de las ilusiones, Leviatán, El palacio de la luna, Tombuctú, La noche del oráculo, Brooklyn FolliesEl país de las últimas cosas... La lista es innumerable y las horas de disfrute asociadas a él, innumerables igualmente. Así que leer las elogiosas reseñas hablando de la mejor obra de Paul Auster eran palabras mayores. El colofón, del propio Auster: "Siento que he estado preparándome toda la vida para escribir este libro".

Aunque no estoy de acuerdo ni me parece su mejor título, sí que es uno de los más arriesgados y valientes, teniendo en cuenta la exitosa carrera del autor. Se había visto últimamente un cierto agotamiento, repetición, y es de suponer que Auster frenó la exigente producción que le impulsaba a lanzar un libro nuevo cada dos años o así. Y si bien es cierto que me esperaba más de este nuevo David Copperfield del siglo XXI, de esta bildungsroman sui géneris de Archibald Ferguson que nace el 3 de marzo de 1947, no se puede hablar, ni mucho menos, de fracaso. Sostener casi 1000 páginas de la manera en que se sostiene está al alcance de muy pocos.

Leemos el capítulo 1.0, que podría funcionar a modo de prólogo, y parece prometérsenos una de estas historias familiares o fundacionales a lo Cien años de soledad, con el abuelo de Archie llegando a EEUU y no tomando el apellido Rockefeller por olvido, y delimitando personajes como el padre, Stanley Ferguson, alguien trabajador y abnegado pero un tanto hosco, obtuso y cerrado; sus hermanos calavera Lew y ArnoldRose Adler, que vendría a ser la luz frente a la oscuridad paterna; su intelectual hermana mayor, Mildred (un guadiana en la historia); o el padre de ambas, Benjamin. El ritmo rápido del inicio irá refrenándose en páginas posteriores, así como las posibles y posteriores ramificaciones.

Creo que le falta el vigor de anteriores narraciones, ese torrente imaginativo que te ofrecía cualquier giro insospechado, multitud de puertas que parecen cerradas para casi todos los escritores y que él abría; creo que ese ciego azar que dirigía en cierto sentido el destino de los personajes aquí está más controlado, pero también creo que ha echado el resto y se ha vaciado, ofreciéndonos una panorámica muy amplia, compleja y exhaustiva de buena parte de la segunda mitad del siglo XX estadounidense, además de una enésima vuelta de tuerca a su propia biografía (un padre con el que no se entiende, París, la pasión lectora y cinematográfica, con especial atención para el Gordo y el Flaco, la vocación escritora...). 

Puede que el hecho de que a mí en contadas ocasiones me costase franquear capítulos (consignados como 1.1, 1.2, 1.3, 1.4 y vuelta a empezar en 2.1, y así sucesivamente hasta el 7), habla más de mis expectativas y de mi falta de tiempo o de fuerzas que del propio Auster, cuya forma de escribir es característica, la forma de insertar subtextos (metaliteratura como homenaje del mencionado Cervantes, bien con el relato "Compañeros de suelo y suela", a lo Millás, bien con esbozos de novelas) algo siempre destacable, sus un tanto pedantes listados (de libros, de películas) una marca de la casa y su cierto coloquialismo a veces exasperante (sobre todo un momento hablando de "manduca", aunque casi siempre se ajusta a quien está en uso de la palabra).

El "truco" del libro está en que transita por los senderos de las bifurcaciones. Los "y si" plasmados como si el universo ofreciera varias posibilidades paralelas y simultáneas. Cuatro versiones de Ferguson no muy distintas en algunos aspectos base (la importancia del cine y de la literatura, así como del deporte, la presencia magnética de Rose Adler, Nueva York y París como ejes espaciales -amén de los paréntesis veraniegos en Camp Paradise- y Amy Schneiderman como eje sentimental, además de la  ya referida vocación de escribir), aunque equidistantes en otras muchas, con personajes que ni existen en algunas dimensiones, amputación de dedos, problemas económicos o abundancia pecuniaria, felicidad o tristeza, compañía o soledad, heterosexualidad u homosexualidad, Columbia o Princeton, muertes más o menos tempranas de las versiones dos, tres y uno, hasta llegar a la veintena en la versión cuarta, como explica el propio autor (o narrador) en las páginas finales.

Quizá el aspecto más destacado a nivel estilístico es la casi total ausencia de diálogos (total en lo que se refiere a las marcas tradicionales con la raya o las comillas), de modo que este narrador omnisciente en 3ª persona se inclina casi siempre por el estilo indirecto libre, en párrafos preferentemente de casi una página de duración. Respecto a otras obras, el peso del contexto sociopolítico (Kennedy, los problemas raciales de los 50 y 60, Vietnam...) es mucho mayor aquí.

Donde no hay diferencia respecto a libros anteriores es en la capacidad de desarrollar y perfilar personajes. Al tener tantos frentes abiertos, la nómina es abrumadora: el tío Don Marx, profesor de universidad que se casa con Mildred (en otra versión lo hace con el tío Henry o Paul, de características similares, la única variante distinta es Sydney, una mujer), y su hijo Noah Marx, muy divertido y alocado, uno de los mejores amigos de Ferguson ("el primer cínico que Ferguson había conocido, un bromista subversivo, listillo y charlatán, avispado, muy agudo, inteligente y divertido al mismo tiempo"); los Schneiderman, desde el viejo fotógrafo con el que trabajó su madre, hasta Gilbert o su hermano Daniel, que se acabará(n) casando con su madre, padre a su vez de dos hijos, el mayor, Jim, una especie de hermano mayor para Ferguson, y Amy, prima o hermana pero sobre todo el primer amor.

Amigos como Howard Small, estupendo dibujante, al que conocerá de dos maneras según las versiones; Artie Federman, la especie de hermano gemelo que morirá pronto y al que le dedicará la decisión de no volver a jugar al béisbol, asociado a su hermana pequeña Celia, otra de sus posteriores novias; Bobby George, que acabará siendo jugador profesional de béisbol; Andy Cohen, el chico con el que se inicia en lo sexual en su mismo bando, al que le seguirá Albert Dufresne; Vivian Schreiber, una mujer espectacular amiga de Gil que le ayudará en París...

Con Ferguson pasamos de la infancia a la adolescencia, etapa esta más lograda que la primera, un tanto forzada partiendo de una inteligencia superior a la media de estos primeros años (o al menos los pensamientos atribuidos al niño lo son). En la adolescencia llega el amor (la belga Anne-Marie Dumartin es la primera, Amy la principal, Dana Rosenbloom, sudafricana que acabará emigrando a Israel su novia oficial pese a no estar enamorado de ella; Evie Monroe, profesora predilecta de Ferguson que le pedirá un hijo) y el sexo, que tiene su peso en la novela, no se escatima y se nombra sin paños calientes, de manera directa y esclarecedora. Prefiero la crudeza de Auster en este sentido que la forma de hacernos llegar los enamoramientos, que llegan casi porque tienen que llegar más que desarrollar historias románticas.

Atravesamos el "curioso interregno" tras la muerte del padre con las escapadas al cine con su madre, la compañía de Laurel y Hardy, el desastre en los estudios en la prestigiosa escuela de Hilliard simplemente para demostrar la negación de Dios, las cábalas económicas para permitirse ir a la universidad, los primeros trabajos, las primeras publicaciones, la esterilidad de Ferguson, su posicionamiento político, ético y vital... Echo de menos que las relaciones se mantengan, aunque entiendo que el foco tiene que estar en las múltiples posibilidades existenciales, referidas sobre todo al principio y el final del libro: 
aquello fue como encontrar de pronto una vocación, no simplemente otro empleo, sino una nueva forma de estar en el mundo (p.17)
Qué idea tan interesante, dijo Ferguson para sí: imaginar lo diferentes que podían ser las cosas mientras él seguía siendo el mismo. El mismo niño en una casa diferente con un árbol distinto. El mismo niño con otros padres. El mismo niño con los mismos padres que no hacían las mismas cosas que ahora (...). Sí, todo era posible, y sólo porque las cosas ocurrían de una manera no quería decir que no pudieran pasar de otra (p. 66).
porque lo real también consistía en lo que podría haber ocurrido pero no sucedió, que un camino no era mejor o peor que cualquier otro, pero el tormento de estar vivo en un solo cuerpo significaba que en un momento dado uno tenía que encontrarse exclusivamente en un solo camino (p.953)
Irregular en ciertos momentos, algo denso en otros, con un final un tanto anticlimático, son demasiados los peros para considerarla una obra maestra, aunque el estilo de Auster sigue vigente y leerle es un canto a la literatura, es recordar que te gustaría ser un escritor como él. Solo por eso merece la pena.

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