Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar. Luis Sepúlveda. Tusquets

(144 páginas. 12€. Año de edición: 2015 (66))
Reconozco que los libros de animales que hablan y los libros con tono doctoral me echan para atrás, con lo que esta novelita con título eterno contiene un par de requisitos que me superan. No me ha extrañado, pues, ese tono pedante a través del que se recalca el buenismo de la historia, por más que sea loable en el sentido de que trata sobre el respeto al medio ambiente y el respeto a las diferencias. No puedo con las moralejas tan explícitas y ese tono moralizante. Ni con la aparente sencillez de quien nos quiere dar lecciones a base de algo así como la espina de un pescado, como si mostrarnos la carne que la recubre fuera demasiada distracción para ese lector al que se subestima.

Vale que para clase (1º de la ESO) es una herramienta muy positiva porque inculcas valores y vas introduciendo aspectos literarios como las fábulas, tan entroncadas con nuestra tradición gracias a El conde Lucanor, y por eso hay una corriente de profesores que entienden que este tipo de libros favorecen los tan cacareados valores que nuestros alumnos deben aprender y de los cuales aprehenderse. Pero te pones a pensar en la trama y es tan escueta que a duras penas consigue el rango de algo a lo que sacar chicha más allá de que hay que respetar la naturaleza y hay que tolerar al que es diferente:

Una gaviota, Kengah, perteneciente a la bandada del Faro de la Arena Roja, se distrae pescando arenques y se ve sorprendida por una ola recubierta de petróleo que impregna su plumaje por entero; consigue emprender un último vuelo y llega a tierra firme (Hamburgo), concretamente a la terraza donde remolonea Zorbas, "un gato grande, negro y gordo", encantado de la vida porque su amo se va de vacaciones y se le presenta un panorama despejado de obligaciones.

Zengah antes de morir le arranca a Zorbas tres promesas: que no se comerá el huevo que pondrá, que cuidará del polluelo, y que le enseñará a volar. Zorbas, asustado ante la situación, busca consejo: primero el del gato Colonello (acompañado siempre de Secretario, el cual constantemente le quita los maullidos de su boca), el cual le remite a su vez a Sabelotodo, el gato que vive en el bazar de Harry, en el que también vive como mascota el desagradable (y borracho) mono Matías.

Sabelotodo debe toda su sabiduría a su afición por leer; en concreto, se remite a la enciclopedia para ayudar a Zorbas a salir del atolladero. Al final, ni unos ni otros sabrán muy bien qué hacer salvo cuidar de Afortunada, la polluela que será la protagonista de la segunda parte del libro, una vez que han transcurrido los nueve primeros capítulos. En esta segunda parte los gatos tienen que proteger a la bebé gaviota de los peligros que la acechan (los gatos facinerosos, las ratas) y, posteriormente, ayudarla a volar. Se sumará al grupo Barlovento, un gato de mar.

Una vez que Afortunada sale de su error de considerarse gato como su "mami" y los otros gatos que la cuidan, se ponen manos a la obra con la tercera promesa. Tras unos cuantos fracasos, deciden "romper el tabú" para ayudar a su aprendiz de altos vuelos. Este tabú no es otro que hablar a algún humano. Porque los gatos no sólo maúllan, también, si quieren, pueden hablar. En cualquier idioma, además, como le demuestra al poeta (quizá el trasunto del propio autor), el amo de la preciosa gata Bubulina.

Falta el "fueron felices y comieron perdices (o ratones)", pero por lo demás está todo dicho. Lectura sin trascendencias, facilita, simplona, tirando a esquemática, y de ahí la tendencia a que pueda funcionar sin problemas en clase, una vez dirijas el asunto a las tres o cuatro cosas que puedes sacar de la lectura.  Aquí está una versión en PDF.

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