The Affair. Temporada 2

(Showtime. 12 episodios: 04/10/15 - 20/12/15)
Contiene spoilers

Desde el principio, el argumento, vertebrado en la infidelidad de dos miembros de dos parejas casadas, me parecía que daba como máximo para una temporada. Al introducirle el tema del asesinato, podrías pensar que el "affaire" podría quedar en segundo plano y dar la excusa más apropiada para abordar una serie a la que ya te has acostumbrado a sus personajes. Y viendo la segunda temporada de The Affair, no te dan sino motivos para pensar que no daba para mucho más.

Pese a los buenos mimbres y una primera temporada notable, y pese a reforzar sus virtudes extendiendo el perspectivismo a los consortes afectados por las respectivas infidelidades de Noah Solloway y Alison Bailey, Helen Solloway y Cole Lockhart, el interés ha decaído notablemente. Por momentos la muerte de Scotty parecía una especie de macguffin a modo de broma jocosa. 

Algo anunciado desde casi el principio y que se daba a entender que ocurría el verano en que se producía la aventura, se iba retrasando más y más y al final no sé cuánto tiempo ha quedado entre medias de lo que se nos contaba en la 1ª temporada y el suceso: como mínimo, un par de años, que dan para la publicación de Ascensión, el nacimiento de Joanie, la adicción y posterior rehabilitación para el finado, la aparición de Luisa (Catalina Sandino Moreno está un tanto desaprovechada) en la vida de Cole y su matrimonio... De modo que la fastidiosa investigación del detective Jeffries, el pretexto para que la historia fuera contada, ha resultado un colosal engaño. ¿Era necesario profundizar -policialmente hablo- en los prolegómenos de la relación entre Noah y Alison para conocer la identidad del asesino de Scotty? Claramente no, y hacía tiempo que no veía un engaño tan enorme al espectador.

Por si fuera poco, este no ha sido el principal fallo de la 2ª temporada. Por desgracia, la pareja protagonista ha sufrido una manipulación terrible por parte de los guionistas. La principal afectada ha sido Alison. La "manía" por dotar a los personajes de distintos ángulos, esa tendencia a profundizar en ellos y hacerlos más humanos, ha enturbiado un personaje tan rico como era el suyo al principio, una bocanada de frescura, dudas, sensualidad y peligro. Vale que representa el paso del tiempo en una relación amorosa, y aquella que te excitaba solo con verla en sus vestiditos de lino, ahora se corta el pelo, tiene un bebé y se vuelve un muermo que no sabe qué hacer con su vida. Ya no queda nada de aquella frescura y tanta contradicción la convierte en un ser casi despreciable que lo mismo se acuesta con Cole, como que monta un negocio con él, como que abandona los estudios de medicina sin decir nada a nadie. Alison no se entiende ni a sí misma.

Y qué decir de Noah. El ejercicio narrativo para pisotear su imagen no lo he visto ni con Benítez. Si algo podía hacer mal este hombre, lo empeoraba incluso: ególatra, egoísta, creído, traidor, interesado, chulo, prepotente, inmaduro, imbécil... Cualquier adjetivo de ese tipo podría quedarle como anillo al dedo. Se porta mal con Helen para conseguir la custodia compartida, pasa de Alison ahora que vive con ella o medio vive con ella porque está pendiente de su libro y de Eden (Brooke Lyons), su publicista... Llega al punto de faltar al nacimiento del bebé y de excitarse viendo (sin saber que era ella) a su hija Whitney dándose el lote con otra. En fin, un desastre sin precedentes salvo en la involución que tuvo Zack en la segunda temporada de The Strain, y que sólo se justifica en un último episodio en el que se da un tremendo vuelco y lo que parecía negro ahora resulta ser blanco. Creo que no había que cargar tanto las tintas si el objetivo era que la opinión de la gente cambiara de golpe. Ese efectismo barato, que también se da en el episodio en que Cole acaba quemando la casa (y pese a lo cual, les siguen pagando una millonada, millonada con la que sacan adelante el negocio, pero bueno), es lo que no puedo soportar.

Helen y Cole se libran de la quema, pero es lógico cuando el objetivo es vilipendiar a la pareja engañadora, dejando una especie de moraleja implícita de que si engañas, lo vas a pagar. No resulta creíble el enamoramiento entre Noah y Alison, por parte de ninguno de los dos. Y cuando por fin llega la resolución del asesinato, vale que casi nadie podría haberse esperado ese desenlace, pero no es mérito cuando todo es tan desproporcionado y poco verosímil. Malo es un planteamiento basado en aportar un giro sorpresivo sin algo que lo respalde (¿alguien puede decirme por qué diantres está en la boda de Cole Helen?). De hecho, de ese episodio final me quedo con la canción que canta tan estupendamente el propio Scotty (gran voz la de Colin Donnell).

Me falta hablar del esperpento que es el juicio a Noah. Uno, seguidor fiel de la magnífica (aunque decadente) The Good Wife, no puede sino ver como un ejercicio improvisado y poco documentado ese juicio en el que Jon (Richard Schiff, otro al que le dejan un buen papelón),  el aparentemente implacable abogado defensor, juega bazas demagógicas como buscar la identidad del padre de Alison para justificar que su defendido no es el asesino (Kalinda, ¿dónde están las pruebas para exonerarle?) y el final, vaya, ha sido lo nunca visto en una corte (objection!).

¿Qué camino le queda a esta serie en su tercera temporada? Pues me temo que la deriva sentimentaloide, sin ya poder aferrarse al componente de la intriga, totalmente quemada en el cartucho del último episodio. Triángulos amorosos y ver quién folla con quién, sin mucho más aliciente, dejando en el olvido esa aventura inicial que había derrumbado dos matrimonios. Y es que al final hasta ese perspectivismo tan celebrado tenía poca razón de ser, y lo que podía haber sido una marca de la casa se queda sin mayor profundización. Una pena, dados los buenos mimbres del principio. Veremos si me animo a seguir con ella...

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