Zara y el librero de Bagdad. Fernando Marías. SM (Gran Angular)

(216 páginas. 8,75€. Año de edición: 2008)
La literatura juvenil no acaba en Sierra i Fabra o Gómez Cerdá, que muchas veces ofrecen muy pocas variantes de sí mismos a pesar de la multitud de títulos que se editan de ellos. Si abrimos un poco el abanico y nos permitimos un poco más de exigencia, podemos dejar paso a una literatura un poco más madura y compleja, la que no suele proporcionar Fernando Marías (Cielo abajo).

Abandonamos el relato lineal y nos adentramos en historias dentro de historias (uno de los episodios, el 3º, de hecho, es la lectura del manuscrito El hombre que huía del amor). Descubrimos un narrador en 1ª persona testigo, un poco al modo del de Muñoz Molina en El invierno en Lisboa, y todo ello acompañado de un lenguaje literario muy logrado y bellas imágenes:
Es mentira que los muertos mueran cuando mueren. A veces les alarga la vida el amor.
Si amaste, vivirás. No para siempre, porque el ser humano es incompatible con la magnitud de esa palabra, pero sí más allá de tu propia muerte
Lo que menos me gusta del libro, con diferencia, es la portada (la que encabeza esta entrada y también la otra variante que he visto en otros sitios), que no le hace nada de justicia al texto y es de lo más aséptico y prescindible que he visto en mucho tiempo. Que el autor haya querido quedarse con un título que llame la atención a pesar de que no sea lo principal del texto, ya son cuestiones personales o de resonancia literaria para llegar a más lectores. Por lo demás, a través de Max, un anciano que busca un escritor para corregir sus memorias, pica la curiosidad del narrador con el misterio de las últimas cinco palabras que pronunció el "más grande poeta español de todos los tiempos", y la cita con el hombre en el  cementerio de la Florida (en el que se cita a Goya y su famoso cuadro del 2 de mayo) dará pie a varias historias:

La principal es la del propio Max, su infancia transitada por el amor de sus padres adoptivos, Teresa y Leonardo, ella ama de casa feliz y él policía resolviendo casos difíciles (como el del Asesino de las Horas, que pondrá fin a esa infancia, junto con el estallido de la Guerra Civil); y la secundaria es la de Waleed, vecino irakí del narrador innominado, y su hermano Khakim, que viaja a Madrid desde Bagdag huyendo de Souhail, "el novelista que cazaba seres humanos", acompañado de su hija Zara.

Obviando los forzados o exagerados momentos en los que la trama es excesivamente literaturizada (o inverosímil) o que los personajes terminan siendo justificaciones de ideas (desde el narrador a Max y su huida del amor pese a contradecir las cinco palabras de ese poeta) o la resolución de la trama de Souhail, el alegato contra las guerras (pasamos por la Civil española, por la Segunda Guerra Mundial y por la del Golfo e Irak, pero sin incidir demasiado, simplemente a modo de marco o contextualización), las referencias culturales y la prosa sugerente y expresiva de Marías a lo largo de las siete partes de la novela (la 3ª, a su vez, incluye distintos pasajes de la novela de Max), merece mucho la pena de leer y puede ser un excelente trampolín para impulsarse de la literatura juvenil a la adulta. Para los escépticos, aquí está el inicio de la novela.

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