El final del amor. Marcos Giralt Torrente. Páginas de espuma. 2011

168 páginas, 15 €. Ganador del II Premio Internacional Narrativa Breve Ribera del Duero.

Este libro contiene cuatro relatos largos: Nos rodeaban palmeras, Cautivos, Joanna, Última gota fría, los cuatro narrados en primera persona, los tres últimos haciendo un extenso recorrido que se inicia en la infancia del narrador.  

En Nos rodeaban palmeras, en medio de una isla del Índico, un matrimonio llega a la constatación del fin de su historia de amor en medio de extrañas e innombradas amenazas, empezando por otro (extraño) matrimonio que los acompaña y acabando por lo que parece un jefe de la tribu corrupto. Se sugiere más que se cuenta y eso, junto al exotismo de la ubicación, es lo más logrado.
En Cautivos, el narrador asiste (al principio, desde fuera) al matrimonio de Alicia, una prima suya a la que se siente muy cercano (y de la que está levemente enamorado) con Guillermo Cunningham, matrimonio que se aleja de la familia para vivir en Nueva York. Este relato va de más a menos conforme el narrador va creciendo, haciéndose escritor, y el matrimonio de su prima disolviéndose, aunque sin que eso signifique que dejen de estar juntos (están cautivos el uno del otro, hasta que la muerte de él los separe). Parece, como ocurría en Tiempo de vida (su novela anterior), otra loa del buen comportamiento del autor en los momentos difíciles de la enfermedad de seres cercanos y por eso el propósito más que hacer buena literatura parece la vanagloria de sí mismo.

Joanna, a mi parecer, es el relato más conseguido e interesante, el único que, partiendo de anécdotas de niños consigue transmitir la evocación por aquellos tiempos y por los amores iniciáticos, al tiempo que el descubrimiento final justifica y magnifica la trascendencia de la narración. Desde la primera (larga) y reflexiva frase logra enganchar:

Es curioso que la vida nos ofrezca un número indeterminado de alternativas a cada momento, que constantemente tomemos decisiones que nos modifican, cogiendo unos trenes y desechando otros, y que sin embargo la mayor parte de los adultos, cuando echamos la vista atrás, nos recordemos de niños sustancialmente iguales a como somos hoy.

(Analizándola con más detenimiento, eso sí, veo semejanzas al ritmo narrativo de Marías, rozando la mala puntuación, o al menos forzándola en un periodo demasiado extenso y abusando de los adverbios terminados en -mente). 

Hasta el final del relato no conocemos la realidad de la evocación de la muchacha de la que se enamoró en un veraneo de El Escorial, donde vive con su abuela desde la marcha de su madre y la muerte de su padre. Sin forzar una historia de amor que resultaría manida, vamos descubriendo casi sin querer a la familia de Joanna, a una madre atractiva y desinhibida, casi procaz, y al desdeñoso y condescendiente hermano mayor, sobre el que recaen todas las atenciones de la madre, en un papel más próximo al de novia que al de madre. 

No vuelve a encontrarse con Joanna, tras marcharse de forma abrupta, y sabe durante un tiempo de ella de forma indirecta. Pasan los años, él se casa, tiene hijas, trabaja en la radio, y el relato acaba con una llamada de una chica joven, asustada por algo que había visto hacer su padre a una de sus hermanas pequeñas. Esta llamada es la que da pie al relato que rememora la figura esquiva de Joanna.

Y en Última gota fría también un narrador adulto evoca un episodio de su adolescencia, centrado esta vez en la relación de sus padres, y más en concreto de su madre con su novio, un profesor latinoamericano, y qué efecto produce en el padre. En realidad se trata de una variante sin demasiadas variaciones de lo que fue Tiempo de vida, porque de nuevo ese padre un poco inmaduro e ingenuo (una siguiente novia se aprovechará de él) es el eje. Nada nuevo bajo el sol, vaya, salvo la constatación de que ese episodio biográfico (seguro que convenientemente adulterado para conseguir el propósito que en el anterior libro queda plasmado, el ajuste de cuentas con la que ahí era la novia brasileña) ha marcado, y mucho, al autor.

Así, pues, dos relatos más bien flojos o irrelevantes o con poca variación respecto de lo anteriormente narrado, y otros dos más interesantes, en parte por esa construcción sintáctica bien trabajada, y por la fluidez a la hora de entrelazar el avance de la narración y las digresiones oportunas para las reflexiones subsiguientes. Un libro irregular que sin embargo ha conseguido llevarse un importante premio literario, lo cual da muestra del estatus alcanzado por el autor en el medio editorial y crítico, en parte por sus méritos literarios, en parte por la excelente publicidad que tiene tras de sí Giralt (Torrente).

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